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En el Antiguo Testamento, la lepra era considerada una enfermedad grave y altamente contagiosa. Sin embargo, también tenía connotaciones espirituales y sociales. Para la gente de aquel entonces, la lepra era una especie de castigo divino por los pecados cometidos.
Imagínate que alguien decía: "¡Ay, tengo lepra!" y de inmediato todos se echaban hacia atrás, como en las películas de terror. Era como si hubieran visto un fantasma o un monstruo, pero en realidad solo había una persona con lepra. ¡Pobrecitos, no sabían que era solo una enfermedad!
Además de eso, la lepra se consideraba también un estigma social. Las personas que sufrían de esta enfermedad eran excluidas de la sociedad y se les obligaba a vivir en aislamiento. Podían ser vistos como "impuros" y nadie quería acercarse a ellos.
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